Pequeño pueblo construido en las laderas que descienden del Monte Gelbison hacia el golfo de Policastro, a lo largo del curso superior del río Mingardo, Alfano es un descubrimiento fascinante, un ejemplo típico de las sorpresas que reserva Cilento.
Los primeros documentos oficiales que dan fe de su existencia son del período angevino, pero lo cierto es que la fundación de la ciudad se remonta a mucho antes. Aunque las fuentes históricas son fragmentarias, aún es posible reconstruir su historia.
De hecho, su territorio ha sido un punto nodal para el comercio y la economía desde la antigüedad, y ya hay rastros de él en la Naturalis Historia de Plinio el Viejo: “Después de Palinuro está el río Melpe”. Este es el río Faraone, nombre que todavía hoy indica la parte alta del río Mingardo, que desemboca en Palinuro en el cerro Molpa, de ahí el nombre antiguo.
El interior tenía en la antigüedad una importancia igual a la costa: además de los cultivos (trigo, cereales, aceite, vino, hortalizas, legumbres y mucho más), Cilento ofrecía a Roma una cantidad casi infinita de madera de alta calidad, voz económica muy importante en muchos sectores, en primer lugar la industria naval.
La proximidad de los bosques a los ríos y los ríos al mar fue un factor decisivo para el comercio. La madera se podía encontrar fácilmente, transportar hasta el mar y embarcar: por eso el territorio de Alfano también era tan importante.
Con la caída del Imperio Romano Occidental, se atestigua la presencia del monaquismo italo-griego. Una vez más, Alfano es perfecto para este propósito.
La cercanía con Laurito y sus laurae basilianas sugiere que el territorio de Alfano era importante para fines comerciales: además de la madera, los numerosos “carcare”, los hornos en los que se cocían los ladrillos, que siempre se construyeron cerca de vías fluviales necesarias tanto para el procesamiento como para el transporte del producto terminado, son una clara evidencia de ello.
Esta presencia aún viva se puede ver desde la toponimia de los lugares: calle Santa Sofía y la Iglesia de San Nicolás de Mira, santos orientales por excelencia, son las huellas más evidentes de la presencia basiliana.
El paseo ofrece lugares y vislumbres de rara belleza: además de la iglesia y sus tesoros, como el acetre del siglo XVI, los palacios baroniales del centro y, avanzando hacia el río, una herrería en desuso desde 1864, un desconocido y fascinante símbolo de la Revolución Industrial del Cilento, que en cierto modo sigue la historia y el destino de la Herrería de Morigerati sobre el río Bussento, y el molino Santa Venere, que también incluye a Alfano en el circuito del “Cilento de los Molinos”. Otra joya es el “Museo de la Cultura Campesina”, testimonio extraordinario del alma profunda de este mágico lugar.
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