EL TERRITORIO

“Paisaje vivo”: esta magnífica definición de la UNESCO explica por qué el Parque Nacional del Cilento, Vallo di Diano y Alburni ha sido inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial y por qué merece un viaje.

La presencia humana aquí ha sido ininterrumpida desde tiempos prehistóricos, sin embargo, el entorno natural sigue milagrosamente incontaminado.

La sinergia entre el Hombre y la Naturaleza se pierde en las brumas del tiempo, y ha dado vida a un paisaje vivo sin igual, donde el incomparable patrimonio natural se funde con un patrimonio cultural igualmente incomparable.

 

En tiempos prehistóricos, la civilización indígena de Cilento, denominada Cultura de Gaudo (IV milenio antes de Cristo), es el resultado del encuentro entre las civilizaciones de Apeninos y la cultura de Villanova del norte y las civilizaciones nurágica, egea y mediterránea del sur. Una daga de pedernal y un jarrón que datan de esta civilización fueron traídos a Inglaterra en el siglo XVIII por William Hamilton y ahora se encuentran en el British Museum. Desde la Edad del Hierro, ha sido la tierra de muchos pueblos itálicos: Oscos, Ursentinos, Brucios, Morgetes, Ítalos, Enotrios, Lucanos. Luego Griegos, Romanos, Godos, Bizantinos, Longobardos, Búlgaros, Sarracenos, Normandos, Suevos, Angevinos, Aragoneses, Catalanes, Españoles, Austriacos, Franceses … Los signos del hombre y de la historia están por todas partes. Cascos históricos, castillos, cartujas, abadías, santuarios, museos, parques y sitios arqueológicos entre los más importantes del Mediterráneo. Mano del Hombre en medio de una Naturaleza majestuosa, que va desde la belleza auroral de las costas dolomíticas, ensenadas, playas interminables en el más azul de los mares, hasta montañas extraordinarias, pasando por colinas cubiertas de olivos y viñedos, sumideros, ríos, valles, acantilados, bosques, bosques primigenios.

Un territorio que al periodista alemán Peter Amann le gusta definir “Un lugar donde hoy en día Italia sigue siendo Italia”. Pero Cilento no es solo un lugar físico: es una isla del espíritu. No solo debe verse, sino entenderse. Cilento sigue siendo una tierra auténtica, tal vez no perfecta para el turista “muerde y huye”, sin duda perfecta para el viajero que quiere algo diferente de un lugar abarrotado y caótico, para aquellos que quieren conocer un lugar absolutamente único, fuera de los caminos trillados. Aquí no hay una perfección ordenada como la de los pueblos del centro de Italia, ni la organización de la Riviera Adriática, ni la precisión casi matemática de los senderos naturales de Trentino. Aquí, sin embargo, el tiempo ha pasado más lento que en otros lugares, la distancia de los grandes centros y el aislamiento geográfico han permitido preservar intactos paisajes, tradiciones y cultivos. En muchos sentidos, Cilento es “salvaje”: por lo tanto, es “verdadero”. Por este motivo, la periodista y bloguera Jennifer Dombrowski lo calificó como “el secreto mejor guardado de Italia”, superior incluso a destinos hermosos y mucho más famosos como la Costa de Amalfi. Como dice la UNESCO, “Situado en el centro del Mediterráneo, es el Parque por excelencia porque, como este mar, es el lugar milenario de interpenetración ambiental y encuentro de civilizaciones”. En dos palabras, Cilento es el Yo Orgánico del Mediterráneo.